Durante
milenios
la
puerta
ha
cumplido
una
función
arquitectónica
y
social.
En
las
ciudades
representaba
un
elemento
clave
en
las
su
defensa,
en
las
casas
nos
preserva
de
las
inclemencias
del
tiempo
y
también
salvaguarda
nuestra
intimidad.
No
es
de
extrañar
que
en
esta
larga
convivencia
de
apertura
de
paso
y
cierre,
se
haya
desarrollado
un
significado
simbólico,
éste
ha
indicado
siempre
el
pasaje
de
un
estado
a
otro,
de
lo
que
se
conoce
a
lo
desconocido,
de
la
ignorancia
al
conocimiento
o
de
las
tinieblas
a
la
luz.
La
puerta
no
sólo
alude
a
una
barrera,
también
en
un
determinado
estado
psicológico
que
nos
invita
constantemente a atravesarla.
Tanto
en
el
Cristianismo
como
en
el
Hermetismo
la
puerta
indica
la
apertura
que
nos
acerca
hasta
el
Santa
Santorum
de
la
Divinidad,
es
la
separación
de
lo
sagrado
a
lo
profano
(pro-fuera
fanus-templo).
En
la
simbología
cristiana
Jesús
se
refería
a
sí
mismo
como
la
puerta
detrás
de
la
cual
estaba
la
salvación
y
la
vida
eterna,
representado
por
el
tímpano
con
la
figura
de
Jesús;
él
dijo
"Yo
soy
la
puerta,
el
que
entre
a
través
de
mí
está
a
salvo"
(San
Juan
10,9).
Escribe
Santa
Teresa
en
las
"Moradas
Primeras",
comparando
el
alma
a
un
castillo
que
hay
que
conquistar,
"Porque
en
cuanto
yo
puedo
entender
la
puerta
para
entrar
en
este
castillo es la oración".
En
la
Mitología
grecorromana,
las
puertas
del
Hades
o
reino
de
los
muertos,
estaban
orientadas
hacia
el
occidente
donde
se
pone
el
sol,
allí
donde
Caronte
transportaba
los
difuntos
con
su
barca
después
de
haberlo
pagado
con
una
moneda,
que
en
el
momento
del
entierro
era
depositada
junto
con
el
cuerpo;
hay
referencias
en
la
Ilíada,
la
Odisea
o
en la Eneida.
Hasta
la
edad
media
las
puertas
estaban
guardadas
por
esculturas
representando
animales
simbólicos,
como
los
dragones
u
otros
animales
fabulosos,
hasta
en
el
renacimiento
era
frecuente
poner
en
las
puertas
la
cabeza de un monstruo, sujetando entre sus mandíbulas un anillo.
También
en
el
Hermetismo,
la
puerta
suele
estar
protegida
por
un
monstruo
o
un
guardián
armado
con
una
espada
para
impedir
la
entrada
al
conocimiento
de
los
aspirantes
que
no
han
llegado
a
ser
dignos
de
este,
esta
puerta
es
de
umbral
bajo
que
normalmente
se
atraviesa
agachando
la
cabeza
o
de
rodillas.
En
la
ciencia
hermética
abrir
una
puerta
siempre
conlleva
un
riesgo
pues
aunque
no
la
atravesamos
o
la
volvemos
a
cerrar
a
continuación,
la
visión
de
lo
que
hay
detrás
no
se
borrará
nunca
de
nuestra
mente,
la
tendremos
presente
hasta
nuestra
fin.
Nos
decía
Sovena
que
la
puerta
de
la
felicidad
se
abre
estirando,
pues si la empujamos se cierra cada vez más.
LA PUERTA
RVM