Palabra
que
proviene
del
latín
superstitio
que
se
puede
definir
etimológicamente
como
atribución
de
una
fuerza
oculta
y
sobrenatural
a
objetos
y
eventos
que
por
su
naturaleza
no
la
poseen.
Con
esta
definición
queda
suficientemente
establecida
la
naturaleza
de
las
supersticiones,
aunque
hay
un
dicho:
(Yo
no
creo
que
existan,
pero
por
lo que pueda ser...).
Desde
que
el
hombre
es
hombre,
han
existido
innumerables
creencias
y
supersticiones
que,
en
las
diversas
culturas,
y
según
el
nivel
cultural
de
estas,
han
enraizado
de
una
manera
u
otra.
Pongamos
como
ejemplo
el
célebre
tratado
de
brujería
"Malleus
Maleficarum"
que
durante
la
época
más
oscura
de
la
edad
media
fue
utilizado
por
la
Santa
Inquisición
como
base
para
legitimar
la
represión
sobre
brujas,
demonios
y
bestiario
maléfico
de
todo
tipo,
y
no
es
hasta
bien
entrado
el
siglo
XIX
y
sobre
todo
a
principios
del
XX
que
personas
como
Carl
G.
Jung
empiezan
a
vislumbrar
la
mente
humana
y
su
relación
con
lo
que
él
llamó
el
inconsciente colectivo.
La
mente
humana
conforma
su
propia
circunstancia
y
el
objeto
o
creencia
supersticiosa,
sea
la
que
sea,
actúa
como
un
catalizador,
dando
forma
al
espejismo
en
que
se
desarrolla
el
mundo
de
la
persona
o
personas
supersticiosas,
que
cuando
son
una
mayoría,
consolidan
este
inconsciente
colectivo
a
que
se
refería
Jung.
En
este
entorno
destacan
las
supersticiones
de
los
espejos
rotos,
o
el
de
tocar
madera,
tradición
que
proviene
de
los
Druidas
y
su
árbol
sagrado,
que
se
tocaba
una
vez
al
año
para
que
este
les
fuera
beneficioso,
y
muchas
otras
supersticiones:
los
ajos,
el
trébol
de
cuatro
hojas,
escupir,
la
sal.
Las
supersticiones
se
merecerían
un
tratado
por
sí
mismas,
pero
a
mucho
menor nivel las iremos desgranando
LAS SUPERSTICIONES (1)