Jean
d’Espagnet
(1564-1637)
dice:
"
La
regeneración
se
hace
por
medio
de
un
espíritu
de
fuego
que
baja
en
forma
de
agua
que
quita
la
mancha
original
de
la materia ".
De
arriba
tienes
que
hacer
bajar
el
fuego
filosófico
que
purificará
tus
conceptos
y
limpiará
tu
alma.
Aquí
hay
un gran misterio.
Sólo
obtendrás
este
fuego
enigmático
con
un
maravilloso
esfuerzo
de
voluntad
y con una demanda ardiente.
Estas
cosas
están
en
la
misericordia
de
Dios,
como
dice
Basilius
Valentinus.
Johannes
Isacius
Pontanus
(1571-1639),
reconoce
haber
errado
más
de
doscientas
veces,
y
aunque
trabajaba
sobre
la
verdadera
materia, ignoraba la naturaleza del fuego filosófico.
Que
tus
manos
y
tus
intenciones
sean
puras,
sino,
esta
ayuda
celestial
te
será totalmente rechazada.
Él
es
el
influjo
astral,
el
rayo
nacido
del
cielo
que
brota
de
la
nube
hacia
el
atanor,
el
vínculo
que
une
el
macrocosmos
y
el
microcosmos.
Sin
él
no
puedes cumplir nada y con él eres fuerte con toda fuerza.
Zaratustra
le
llamaba
Berezesengh,
el
fuego
que
está
delante
de
Ormuz.
Moisés
le
llamaba
la
llama
de
oro
y
los
Magos
la
expresaron
sobre
las
tablillas Caldeas.
Es
el
Espíritu
mismo
de
Dios
que
baja
impetuosamente
sobre
el
Filósofo,
y
que,
al
combinarse
con
el
fuego
central,
es
decir,
con
la
propensión
interior
de
su
alma
hacia
el
Misterio,
lo
hace
vaticinar
y
le
da
el
poder
de
hacer milagros.
Recógete,
Discípulo
mío,
tienes
que
ser
el
templo
de
este
espíritu
ardiente que opera grandes cosas.
Recuerda
que
las
cenizas
de
los
Filósofos
contienen
la
diadema
de
su
Rey.
Cierra
tu
alma
a
las
impresiones
exteriores.
Unta
tu
atanor
con
el
betún
de
la
Sabiduría.
No
mires
hacia
fuera,
en
las
tinieblas.
Quédate
en
el
centro;
acércate
tanto
como
puedas
a
la
ignición
por
temor
de
que
te
lleve
el
engaño,
el
torbellino
helado
del
Maligno
que
ruge,
"quaerens
quem devoret" (buscando a quien devorar).
Guárdate
de
los
espectros
mortíferos,
los
espíritus
catabólicos
que
giran
a
tu
alrededor.
Mira
como
te
espían
los
fantasmas,
invoca
las
egrégoras,
calienta bien en tu seno el ave de Hermes.
El
alce
está
a
punto
de
nacer,
Discípulo
mío,
alégrate;
y
si
sabes
provocar
esta
corriente
magnética
que
debe
establecerse
entre
tú
y
las
esferas
superiores, es que posees el Magisterio, y el resto es un juego de niños.
Mira
en
el
portal
derecho
de
Notre
Dame
de
París,
está
esculpido
el
obispo
encaramado
sobre
el
aludel
donde
se
sublima
el
Mercurio
filosofal,
aunque encadenado en los limbos.
Él te señala de dónde proviene el fuego sagrado.
La
sala
Capitular,
al
dejar
por
tradición
secular
esta
puerta
cerrada
todo
el
año,
te
indica
que
aquí
se
encuentra
la
vía
no
vulgar,
desconocida
para
la
gente y reservada un pequeño número de los elegidos por la Sabiduría.
Pero no se me permite hablar más sobre este tema.
Grillot de Givry
IGNIS PHILOSOPHICUS